Alberto Fernández Liria
Psiquiatra
Coordinador de Salud Mental del Área 3 de Madrid
Director del Master en Psicoterapia de la Universidad de Alcalá
Vivimos cada vez más en una sociedad multicultural y las diferencias culturales forman, como el género, necesariamente parte del material de trabajo en psicoterapia. Se puede ignorar cómo este factor determina lo que hacemos, pero no evitar trabajar con él. Los emigrantes hoy (en su mayor parte aún de primera generación) y las minorías étnicas de mañana constituyen una parte importante de la demanda en el sistema público de atención a la salud mental.
El desafío, por tanto, no es formar psicoterapeutas especialistas en lo trascultural, sino introducir la óptica de lo transcultural en la formación general de psicoterapeutas. Lo que se expondrá es cómo esta perspectiva se introduce en un programa concreto de formación de psicoterapeutas desde una perspectiva integradora desarrollado desde la Universidad de Alcalá.
Para ello se delinearán los planteamientos generales de la visión de la psicoterapia desde la que se organiza el programa:
1) La psicoterapia concebida como una actividad narrativa consistente en un trabajo que se lleva
a cabo a través de una conversación, que da acceso a una experiencia, que permite transformar la narrativa inicial del paciente por otra, que hace el problema innecesario,
2) La posibilidad de integrar aportaciones provenientes de distintas escuelas,
3) la consideración de la psicoterapia como un proceso que se desarrolla en una serie de fases (indicación, iniciales, intermedias y finales cada una de las cuales presenta unos problemas característicos y
4) la idea de que lo que tiene que aprender quien afronta la formación como sicoterapeuta es a) un repertorio de recursos conversacionales, b) Criterios
para seleccionar el recurso adecuado en cada momento del proceso, para la pareja que forma con su(s) paciente(s), dependiendo del repertorio de habilidades de que dispone el terapeuta, de las características del paciente y de las características de la relación y d) a identificar y manejar la interferencia de su propia biografía, de sus propias emociones y de su propia persona en el proceso terapéutico.
El programa incluye cinco componentes:
1) Actividad clínica con responsabilidad progresiva,
2) Supervisión,
3) Ejercicios estructurados para el entrenamiento de habilidades (presenciales y de lápiz y papel),
4) Ejercicios estructurados de familiarización con los aspectos de la propia persona que pueden ponerse en juego en el proceso terapéutico y
5) Grupo de trabajo sobre dificultades en la adquisición del rol de terapeuta.
Introducir la óptica transcultural supone actuar sobre todo sobre los aspectos personales y, sobre todo, experiencialmente.
Se trata de hacer visible la cultura. Esto se trabaja en el entrenamiento de cada habilidad, en la supervisión y en el grupo de dificultades. La consideración específica de la cultura aparece en el trabajo sobre fases intermedias en lo referente al proceso de construcción de la pauta problema desde el sistema de creencias, donde se seminario sobre actuaciones en situaciones de catástrofe y violencia se orienta desde una perspectiva predominantemente cultural y sociocomunitaria. Sigue habiendo aspectos desatendidos como los problemas planteados con el trabajo con traductores.
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